Salento

Y llegamos a Colombia! Cali y la zona cafetera

Colombia es uno de los países más deseados en nuestro giro, los amigos y conocidos colombianos que tanto nos han hablado estos años, los numerosos viajeros que nos lo han recomendado estas últimas semanas, lo que habíamos leído acerca del país y sobretodo de sus gentes hacen que entremos a estas tierras con grandes expectativas.

La entrada por tierra se hace por la frontera de Ipiales, de allí otro bus nos llevo a Pasto donde solamente pasamos noche. El paso fronterizo fue sencillo y rápido y los buses colombianos son cómodos, más directos y muchos tienen conexión wi-fi, también se ha de pagar un poco más por ello. De Pasto por una carretera que discurría por unos espectaculares paisajes llegamos hasta Cali. La ciudad más grande del sur del país y capital de la salsa y la rumba (como llaman ellos a salir de marcha).

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Justo al salir del bus se me rompió una de las asas de la mochila (duró más de seis meses el remiendo que hizo mi madre), el caso es que buscando alojamiento llegamos al Hostal Mochila, un alojamiento nuevo que nos encantó sobretodo por la simpatía y amabilidad de sus propietarios: Juan y Carolina, también por su bonito diseño. Está situado en la zona alta del barrio de San Antonio en la carrera #5 junto un gran parque que hace las veces de mirador a la ciudad.

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El Barrio de San Antonio tiene aire colonial y es agradable pasear y comer en sus restaurantes, el centro de la ciudad tiene menos encanto aunque la gente local le da color. Además de bailar salsa en los locales nocturnos (cosa que no hicimos), Cali también es conocida por la belleza de sus mujeres. A nosotros nos sorprendió bastante los maniquís de las tiendas, nunca habíamos visto semejantes pechos!!

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Con la mochila ya reparada (ni siquiera nos cobraron) y algo más descansados cogimos un bus hasta Armenia, entrabamos en territorio paisa para llegar hasta nuestro destino en esta zona cafetera: Salento. Es la puerta de entrada al Valle de Cocora y al Parque Nacional Natural de los Nevados aunque por si misma, esta pequeña localidad tiene su gracia. Al llegar probamos la bandeja paisa, un plato de esos contundentes con: cerdo, chorizo, morcilla, huevo, arroz, frijoles y plátano macho frito. Nos alojamos en un bonito hostal con vistas a las verdes montañas y donde teníamos ricas tazas de café a disposición.

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Salento supuso una desconexión de las grandes ciudades en las que nos habíamos alojado los últimos días. Además de la paz, el lugar ofrecía buena comida y buen café. Estuvimos en una sala de billar de locales, donde son unos ases de la carambola.

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Al día siguiente nos dirigimos en un willy del año 55 (pequeños todoterrenos en los cuales llegaban a ir montadas 22 personas) hacia el Valle de Cocora. Hicimos un paseo por las montañas, llegando a un mirador, el lugar es espectacular, verde por todos los lados y con esas enormes palmeras de cera decorando las lomas, estos árboles de hasta 60 metros son uno de los símbolos de Colombia.

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No queríamos irnos de la zona sin visitar una hacienda cafetera, y caminando como una hora desde Salento llegamos a una de ellas que hacía un tour donde explicaban todo el proceso del café, desde que se planta la semilla hasta que llega a la taza. Lo mejor fue la degustación del café, porque el tour fue aburrido y poco instructivo, seguramente haya mejores fincas para visitar. Por cierto, el café que tomamos no se consume en Colombia, la totalidad de la producción de el café de más calidad se destina a la exportación.

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