Desde hacía días teníamos una cita marcada en Cartagena, Viviana nuestra amiga de Barcelona que nació en Bogotá estaba visitando a sus padres y quiso que la acompañasemos a visitar a parte de la familia que sigue en la ciudad natal de sus padres: Magangué.
Llegamos a Cartagena de Indias por la mañana y paseamos por su centro histórico, quizás el más bonito de todos los que hemos visitado en nuestro giro. Nos alojamos en el barrio de Getsemaní, muy cerca del centro donde los alojamientos son más caros y lujosos. La noche en Cartagena es muy animada y lamentablemente vimos una de las circunstancias que también hacen popular a la ciudad: la prostitución infantil.
Cartagena es muy bella y sus mujeres también, Su dice que también hay negritos (así los llaman aquí cariñosamente) muy guapos. En sus calles se respira caribe, salsa, color y se pueden degustar, como en toda esta costa, la fruta fresca, buen pescado acompañado de arroz con coco, ricos dulces y también comida internacional en buenos restaurantes. Subimos hasta el Castillo de San Felipe de Barajas para divisar la ciudad y adentrarnos en los oscuros túneles de sus muros.
Pospusimos la visita en profundidad de la ciudad para trasladarnos a Magangué, un «pueblo» de más de doscientos mil habitantes, en el interior (segunda ciudad más importante de la región de Bolivar tras Cartagena). Vivi nos llevó a la casa donde se crió su padre y donde viven sus dos simpatiquísimas tías. Allí nos volvimos a sentir mimados y convivimos un par de días con la cotidianidad de los costeños. El sentido del humor impera por encima de todo, nos reímos a carcajadas de como bromeaban unos con otros, sobretodo con el chikungunya un virus que ha afectado a gran parte de los locales y que causa brotes durante unos meses en los que el dolor de las articulaciones es espantoso. Se mofaban de sus amigos, vecinos y familiares que presentaban los síntomas sabiendo que quizás al día siguiente les tocaría pasar a ellos por el mismo calvario.
Magangué destaca por el paso de varios ríos, entre ellos el Magdalena (el más importante de Colombia), por el calurosísimo clima (temperaturas en torno a los cuarenta grados) y por estar lastrada por una de las peores administraciones municipales del país que no le han permitido tener un desarrollo parejo al de otros municipios de la zona. Por el Río Magdalena nos trasladamos hasta Mompox, una bonita localidad con impresionantes casas coloniales frente al río, un curioso cementerio y un calor sofocante. Su y Vivi entraron en una de estas magníficas casas donde los hospitalarios dueños les mostraron la casa y les contaron que allí se habían filmado varias películas entre ellas: Crónica de una Muerte Anunciada. Las calles de su centro histórico son patrimonio de la humanidad.
Nunca olvidaremos este lugar ni los ratos que pasamos con tía Gladis y tía Nury, además de compartir con Vivian, la mejor amiga de nuestra Vivi y que nos hizo de guía por Magangué.
Antes de dejar la zona de Cartagena, tomamos una lancha para visitar las Islas del Rosario, un archipiélago cercano a la costa donde se encuentran unas veintiocho islas rodeadas de arrecifes de coral. Estuvimos haciendo snorkle cerca de Los Pajarales y pasamos por la que nos comentaron que se bautizó como Isla Piqué tras ser comprada por la barranquillera Shakira. Finalmente llegamos a la espectacular Barú, desembarcamos en Playa Blanca con aguas color turquesa y arena que hace honor a su nombre. En esta época el mar está muy movido y el trayecto fue el más parecido a una montaña rusa que recordamos, fuera de estos meses Barú tiene una maravillosa piscina frente a su costa.
Pasamos noche en Barú, saboreamos una deliciosa tortilla de patatas en La Española donde también nos alojamos en una de sus cabañas y finalmente regresamos a Cartagena por tierra pues están unidas por un puente y no nos fue necesario repetir el trayecto en lancha.