Palenque-Tulum-…Barcelona

Continuamos nuestro periplo por Chiapas para visitar las ruinas mayas de Palenque, unas pocas horas de bus y estábamos en El Panchán, unas cabañas en medio de la selva muy cerca de las ruinas que están a 7 km del pueblo. Palenque en si no tiene demasiado para visitar así que el atractivo de la zona son las ruinas y los alrededores.

El Panchán, Palenque, Chiapas (méxico)

El Panchán, Palenque, Chiapas (méxico)

Era domingo y la visita para los mexicanos es gratuita todos los domingos, preveyendo que habría masificación, decidimos cambiar de plan e ir a Roberto Barrios. Este pueblo alberga uno de los caracoles zapatistas y unas magníficas cascadas, llegamos en una van colectiva con los locales, allí pagamos una pequeña entrada para la comunidad y nos advirtieron que algunos niños de la zona se han aficionado a llevarse al despiste las mochilas de los turistas. El lugar es precioso y estuvimos prácticamente solos toda la mañana, y sí, ciertamente tuvimos que proteger la mochila de los ataques de un niño insistente.

Roberto Barrios, Chiapas (México)

Roberto Barrios, Chiapas (México)

Roberto Barrios, Chiapas (México)

Roberto Barrios, Chiapas (México)

Roberto Barrios, Chiapas (México)

Roberto Barrios, Chiapas (México)

Roberto Barrios, Chiapas (México)

Roberto Barrios, Chiapas (México)

Tras pasar la noche, tomamos la van que hace el trayecto de Palenque hasta la entrada de las ruinas, allí contratamos un guía que nos explicó la parte histórica y con quien dimos un paseo por la selva. En la intimidad pudimos «interrogarlo» sobre la situación actual de la región y del zapatismo, así que, además de disfrutar de un magnífico lugar, majestuoso, bien conservado y con poca concentración de visitantes, pudimos conocer un poco más de la realidad de este pueblo. El lugar es increíble y fue uno de nuestros favoritos en la corta ruta mexicana.

Ruinas de Palenque, Chiapas (México)

Ruinas de Palenque, Chiapas (México)

Ruinas de Palenque, Chiapas (México)

Ruinas de Palenque, Chiapas (México)

Ruinas de Palenque, Chiapas (México)

Ruinas de Palenque, Chiapas (México)

Ruinas de Palenque, Chiapas (México)

Ruinas de Palenque, Chiapas (México)

Se acercaba la fecha de nuestro vuelo de vuelta, habíamos encontrado un billete bastante barato desde Cancún y pese a que la zona pintaba como muy turística y posible fiasco, decidimos que valía la pena disfrutar de nuestros últimos días de giro junto al mar y que iríamos a la Riviera Maya. Un bus nocturno que salió con retraso por un registro policial por sorpresa nos llevo hasta Tulum.

Queríamos estar en la playa y aquí desaparecen las posibilidades de alojamiento económico, en el pueblo a pocos kilómetros si los hay, pero caminar era demasiado costoso (más con las altísimas temperaturas de esos días) y la única manera de desplazarse hasta la playa eran los taxis a precios fijos para turistas de pulsera. Pagamos lo que nos pidieron por una cabañita sin baño a la que solo una duna separaba de la playa (llevábamos muchos meses negociando siempre el precio de nuestra habitación pero este lugar no es para mochileros ni viajeros con poco presupuesto).

Nuestra cabañita en Tulum (México)

Nuestra cabañita en Tulum (México)

Playa al lado de nuestra cabañita en Tulum (México)

Playa al lado de nuestra cabañita en Tulum (México)

Pasamos seis días junto a la arena blanca que también se iluminaba de noche con la luna llena que tuvimos la suerte de tener para nuestro final de viaje. Tulum está a unos 40 minutos de Playa del Carmen y a hora y media de Cancún, la primera si la visitamos aunque fue tan decepcionante como nos pensábamos, su precioso mar y su increíble arena se opacan con la ocupación masiva de hoteles y restaurantes, había tanta diferencia entre la Chiapas que habíamos dejado y este lugar que la primera sensación es que quizás nos habíamos equivocado de elección.

Playa de Tulum (México)

Playa de Tulum (México)

Playa cercana a Tulum (México)

Playa cercana a Tulum (México)

Playa cercana a Tulum (México)

Playa cercana a Tulum (México)

Por suerte comprobamos que esta región no es solo playas y descubrimos los cenotes, cavidades de roca con agua dulce en su interior donde el paso del tiempo había hecho desaparecer parte o toda la cubierta superior de roca para dejar al descubierto unas maravillosas piscinas de agua dulce en la mitad de la naturaleza. El que más nos impresionó fue el Cenote Dos Ojos, nos hicimos acompañar por un guía quien nos mostró el espectáculo subacuático de esta cavidad donde hay dos oberturas en la roca que al entrar la luz exterior se asemejan a dos ojos. Aconsejable el neopreno aunque solo se vaya a hacer snorckle pues este cenote conserva su «tapa» y en las zonas donde no llegan los rayos del sol, el agua es fría.

Cenote Dos Ojos, Tulum (México)

Cenote Dos Ojos, alrededores de Tulum (México)

Cenote Dos Ojos, Tulum (México)

Cenote Dos Ojos, Tulum (México)

Cenote Dos Ojos, Tulum (México)

Cenote Dos Ojos, alrededores de Tulum (México)

Cenote, Tulum (México)

El Gran Cenote, alrededores de Tulum (México)

A partir de ahí nuestra actividad diaria se centró en un ratito de playa, la visita a un cenote y la cena en La Barracuda, nuestra marisquería favorita de Palenque, donde nunca faltaban los nachos con camarones y queso (además a precio México y no de norteamericano o españolito con pulsera).

Playa del Carmen (México)

Playa del Carmen (México)

Nachos con camarones y queso, Tulum (México)

Nachos con camarones y queso, Tulum (México)

Otro de los cenotes que visitamos, era más viejo geologicamente hablando, y se había convertido en una maravillosa piscina de agua dulce, además, a pocos metros de una playa sin edificaciones (cada vez más complicado en la zona). Así que nos dimos baño dulce y salado. También visitamos el Gran Cenote, descomunal pero muy adaptado para el turismo y más masificado. Nosotros llevamos nuestro equipo de snorckle que compramos en Borneo y es muy útil porqué sino hay que pagar además de la entrada al cenote, el alquiler del equipo.

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Cenote Dos Ojos, Tulum (México)

Cenote Nicte-ha, Tulum (México)

Cenote Nicte-ha, Tulum (México)

Cenote Nicte-ha, Tulum (México)

Cenote Nicte-ha, Tulum (México)

La playa de Tulum tiene como atractivo ser una zona menos plagada de negocios y más tranquila, además tiene las únicas ruinas mayas junto al mar. Se pueden visitar por libre en una o dos horas pero lo más interesante es verlas desde el mar por lo que compramos un tour que incluía la explicación de las ruinas desde el mar y una hora de snorckle. Las ruinas, un poco decepcionantes, el snorckle tampoco fue el mejor aunque pudimos ver una tortuga pero fue muy interesante saber que aquellas ruinas estaban estratégicamente situadas en el único punto en muchísimos kilómetros donde la barrera de coral permitía a los barcos llegar a puerto y que los mayas tenían un faro para guiar a los barcos y que no encallasen en el coral.

Ruinas de Tulum (México)

Ruinas de Tulum (México)

Ruinas de Tulum (México)

Ruinas de Tulum (México)

Ruinas de Tulum (México)

Ruinas de Tulum (México)

Ruinas de Tulum (México)

Ruinas de Tulum (México)

Dejamos alguna última compra para Tulum, error!! en esta zona todo es carísimo y muy por encima del precio que se paga en Ciudad de México o Chiapas. Por suerte, había tantas cosas bonitas en Chiapas que no nos dejamos demasiado pendiente. Últimas compras, última cervecita, último bus… volávamos de vuelta a Barcelona (vía Madrid).

Nuestro último paseo en la playa de Tulum (México)

Nuestro último paseo en la playa de Tulum (México)

Último paseo en Tulum (México)

Último paseo en Tulum (México)

Habíamos cumplido el sueño de viajar sin ataduras, de tener certeza solo de que mañana vuelve a salir el sol. Disfrutando de los paisajes más bellos, la naturaleza más salvaje, las situaciones más esperpénticas, la comida más exótica, mirándonos con complicidad en situaciones donde no sabíamos cual iba a ser el resultado final. La vuelta sabemos que no es fácil pero se alegró extraordinariamente con la sorpresa de nuestras sobrinas: Andrea y Ana con su pancarta de bienvenida en el aeropuerto.

Bienvenida en el aeropuerto de Barcelona

Bienvenida en el aeropuerto de Barcelona

Somos muy afortunados, la próxima aventura quizás no tenga un título tan sugerente como dar una vuelta por el mundo pero no es necesario hacer diez mil kilómetros para tener momentos maravillosos. Esperamos que esta experiencia que hemos vivido nos haya enseñado, al menos, a ser más conscientes de la importancia de vivir el presente. (David)

Y llegó el final de nuestro giro, nuestro maravilloso viaje, agradecida a la vida por esta oportunidad, donde he aprendido mucho, he sido inmensamente feliz y donde he vivido experiencias increíbles y he conocido gente y maneras de vivir extraordinarias… Gracias a todos los amigos que compartieron un trocito de este giro con nosotros y a todos los que nos han seguido a través del blog! (Su)

Fin de nuestro Giro

Fin de nuestro Giro

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Chiapas, la lucha continua

Esta entrada ha costado publicarla más de dos meses y es que la motivación por escribir disminuye mucho cuando no hay un próximo nuevo destino. Estamos de vuelta en Barcelona, disculpad la tardanza de este post, vamos allá.

Dejamos Saltillo, volamos a Tutxla Gutiérrez  en la región de Chiapas, al sur del país, todavía con el sabor dulce de las   maravillas de Tres Espigas (Guillermo nos regaló la mejor granola que jamás hemos probado, además hecha también por ellos). En Tutxla tomamos una van hasta San Cristobal de las Casas, el lugar más emblemático de Chiapas y donde se produjo el levantamiento zapatista el primero de enero de 1994. San Cristobal es uno de los lugares en los que mejor nos hemos sentido en todo nuestro giro, una ciudad con magia. De esas en la que sientes que la energía de las personas del lugar influye en como te sientes. Esto también hace que sea una ciudad muy visitada y pese a no sentirse como masificada, el número de turistas y extranjeros residentes es elevado.

Dejábamos la riqueza del norte con su influencia estadounidense y su gran desarrollo, para visitar la región más pobre del país. Una región donde sus habitantes, en su mayoría indígenas, subsisten trabajando la tierra, dentro de un país con una economía entre las más fuertes del mundo y con la previsión de superar a la economía española en 2016. Supongo que con estas premisas y el abandono que sentían frente a unos políticos que miraban hacia otro lado (hacia el dólar americano), es más fácil entender que estos campesinos tomasen las armas y luchasen con sus vidas por lo suyo. Veintiún años después, la lucha por los derechos siguen, hay manifestaciones prácticamente a diario en el centro de San Cristobal y todavía siguen existiendo los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno como pudimos comprobar, días después, en Roberto Barrios.

Nos alojamos en la calle principal, no muy lejos de la Virgen de Guadalupe, una zona tranquila y que nos permitía en pocos metros acceder a bonitas artesanías (además ya podíamos comprar!! viajar por largo tiempo, impide ir comprando cosas que te gustaría), comidas orgánicas, música en vivo, conferencias y proyecciones zapatistas, y de unas deliciosas tortillas de maiz con queso.

Además de sus gentes, su comida, su artesanía, esta región está llena de riqueza natural y de legado maya. Desde San Cristobal visitamos varios lugares por la zona y nos dejamos otros muchos sin visitar, la fecha del billete de vuelta acuciaba a ir acercándonos a Cancún, punto de retorno. De no haber sido así, esta región merece mucho más tiempo de los seis días que le dedicamos.

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San Cristobal de las Casas, Chiapas (México)

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San Cristobal de las Casas, Chiapas (México)

Lo que más nos impresionó fue la visita a San Juan de Chamula. Lugar ideal para comprar artesanía, sobretodo tejidos, ya que además de tener buen precio, se colabora con la economía y el desarrollo local en el que, cada vez más, el turismo toma importancia. La Iglesia de San Juan de Chamula fue una experiencia muy, muy curiosa y diferente. En sus puertas se reúnen grupos de hombres y mujeres que preparan los rituales que luego desarrollan en el interior, fuimos sin guía y es muy difícil obtener información de lo que allí se cuece, todavía más difícil hacer alguna fotografía o preguntar a los lugareños.

Cuando entramos, la imagen que presenciamos nos impactó. La iglesia acumula santos y vírgenes a los costados, una imagen de San Juan preside el altar y en la sala, se sustituyen los bancos de madera a los que estamos acostumbrados en una iglesia católica por un espacio diáfano y el suelo cubierto de hojas sobre las cuáles van consumiéndose centenares de velas. Una señora entra con una gallina para que la sacrifique el chamán como pago por la curación de una enfermedad, otro grupo beben licores, otra señora montaba sus velas todavía sin encender y hacía una fila con coca colas y botellas de destilado también como ofrenda. Todo esto en una atmósfera cargada del humo que sale de los incensarios donde arde una especie de mirra. Una imagen imborrable.

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San Juan de Chamula, Chiapas (México)

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San Juan de Chamula, Chiapas (México)

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San Juan de Chamula, Chiapas (México)

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San Juan de Chamula, Chiapas (México)

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San Juan de Chamula, Chiapas (México)

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San Juan de Chamula, Chiapas (México)

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San Juan de Chamula, Chiapas (México)

Otra de nuestras salidas fue al impresionante Cañón del Sumidero, donde en una barca a motor y con cocodrilos en el río apreciamos la majestuosidad de las paredes de este cañón y la fauna de la zona.

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Cañón del Sumidero, Chiapas (México)

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Cañón del Sumidero, Chiapas (México)

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Cañón del Sumidero, Chiapas (México)

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Cañón del Sumidero, Chiapas (México)

Reencuentro con peregrinos en Ciudad de México

Volamos hasta Ciudad de México (México DF), allí nos esperaba Guillermo en el aeropuerto, un peregrino que conocí en mi último camino y al cual teníamos muchas ganas de volver a ver. Pasamos los siguientes días en la capital mexicana junto a él, y las Andreas, su mujer y su hija menor. Así tuvimos visita guiada por los edificios más emblemáticos de la ciudad como el Palacio Nacional donde pudimos admirar el muralismo mexicano que servía además como una clase de historia del país pues reflejan las diferentes etapas de México desde la época precolombina hasta la época de Pancho Villa y Emiliano Zapata.

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Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México (México)

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Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México (México)

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Museo Frida Kahlo, Ciudad de México (México)

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Ciudad de México (México)

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Piramide de Teotihuacán (México)

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El Zócalo, Ciudad de México (México)

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El Zócalo, Ciudad de México (México)

El Camino de Santiago fue uno de los detonantes de este viaje para mi (como ya explicamos al comenzar con este blog) , fue muy bonito rememorar aventuras del camino a tantos kilómetros de distancia. A nuestras tertulias se unió Sergio, otro peregrino brasileño que vive ahora en DF y con él que pudimos compartir un gran día. Nos mostró Polanco y Nuevo Polanco las zonas más exclusivas de la ciudad donde nos sorprendió un lujo al que no estamos acostumbrados y aún  menos durante nuestro giro.

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Tres peregrinos en Ciudad de México (México)

Pudimos conocer otro pedazo de historia mexicana en el castillo de Chapultepec, nuevamente con los impresionantes murales en un precioso entorno desde donde se podía observar la inmensidad de esta ciudad.

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Castillo de Chapultepec, Ciudad de México (México)

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Castillo de Chapultepec, Ciudad de México (México)

Nuestra última noche en Ciudad de México la pasamos en Garibaldi, en la plaza los mariachis tocan canciones a demanda y disfrutamos viendo bailar a Guillermo y Andrea las canciones de su tierra. El tequila nos acompañó en una noche donde vimos los bailes de diferentes regiones del país en uno de los locales de Garibaldi. La comparativa sería los tablaos flamencos de las ciudades españolas, lo cierto es que pese a lo turístico del lugar fue una noche muy divertida aunque como me decía Guillermo: bailas como los gringos cabrón.

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Plaza Garibaldi, Ciudad de México (México)

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Plaza Garibaldi, Ciudad de México (México)

Guillermo y Andrea regentan la Panadería Tres Espigas en Saltillo al norte del país, cerca de Monterrey, decidimos ir a conocer su ciudad y al resto de la familia, además de poder saborear las exquisiteces de su local. Nunca olvidaremos esos paninis de Memo, los panes de Daniel o la deliciosa granola que se puede conseguir en este acogedor lugar donde escuchamos decir a un cliente: el pan aquí es como un poema. Guillermo además de venir de familia de panaderos ha sabido aportar sus conocimientos como ingeniero agrónomo, su experiencia en otros países, la buena gestión de Andrea y la savia nueva de sus hijos. Es bonito ver como los trabajadores comienzan su jornada saludándose con un beso con sus jefes y compañeros. Por favor, abran un lugar así en Barcelona!

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Panadería Tres Espigas, Saltillo (México)

Carnaval de Barranquilla, quien lo vive es quien lo goza

Durante toda nuestra estancia en Colombia, los locales no dejaban de repetirnos que debíamos ir al carnaval de Barranquilla y uno tras otro nos recordaban el lema de la fiesta: Quien lo vive, es quien lo goza. Y para allá que fuimos, a vivir el que dicen es el segundo carnaval más importante del mundo después del de Río de Janeiro. Además semanas antes se había elegido a una barranquillera como miss universo por lo que la ciudad estaría exultante.

Decidimos reservar habitación previamente pues la ciudad se abarrota en estas fechas, el alojamiento más económico que encontramos fue un hotel de cinco estrellas que además estaba próximo al estadio donde se celebraba el Festival de Orquestas, la primera de nuestras actividades en Barranquilla. Así pudimos darnos una ducha con agua caliente después de dos semanas.

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Carnaval de Barranquilla (Colombia)

Nuevamente reencontramos amigos en nuestro giro, fuimos al macroconcierto con Iván un egarense afincado en Bogotá, su novia: Lorena y dos amigos suyos que como nosotros los visitaban para el carnaval, ellos desde Chile. Estuvimos más de siete horas presenciando treinta y dos bandas de salsa, merengue, ballenato… que se disputaban el prestigioso congo de oro, un galardón que decide un jurado y, en menor medida, el público asistente. Como broche final pudimos ver y deleitarnos con Rubén Blades, que además de dar un magnífico concierto, compartió un baile con la reina del carnaval. Como bailan los costeños!!! Muchos estuvieron sin parar durante todos los conciertos y lo hacen realmente bien.

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Carnaval de Barranquilla (Colombia)

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Carnaval de Barranquilla (Colombia)

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Batalla de Orquestas, Carnaval de Barranquilla (Colombia)

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Concierto Rubén Blades, Carnaval de Barranquilla (Colombia)

Al día siguiente pudimos ver uno de los desfiles del carnaval, el de la calle 84, menos pomposo y espectacular que la batalla de flores la cual ya se había celebrado cuando llegamos a Barranquilla pero más popular. Sentados en sillas alquiladas, presenciamos las comparsas que habían tenido premios en anteriores ediciones de este carnaval. Al día siguiente era miércoles de ceniza y aquella noche Barranquilla despedía su fiesta y acababa con cuatro días no laborables consecutivos, nos acercamos a las zonas más populares para ver el ambiente ya que Barranquilla no es una ciudad con interés turístico y es poco visitada fuera de estos días.

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Carnaval de Barranquilla (Colombia)

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Carnaval de Barranquilla (Colombia)

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Carnaval de Barranquilla (Colombia)

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Carnaval de Barranquilla (Colombia)

Dejamos Colombia con un muy buen sabor de boca, encantados con la simpatía y cercanía de gente, satisfechos con sus playas que veníamos buscando desde hacia meses, sorprendidos por lo seguros y tranquilos que nos sentimos. Además hemos compartido mucho con colombianos tanto en Bogotá, como en Cartagena, Magangué y Barranquilla, cosa que facilita entender más el país y conocerlo más en profundidad. Muchos amigos nos dicen que nos van leyendo y tomando ideas para sus próximos viajes, al igual que quedamos fascinados con Borneo, también recomendamos mucho que visiten Colombia. A ver que podemos decir de nuestro próximo y probablemente último destino: México!

Cartagena, Barú y Magangué en familia

Desde hacía días teníamos una cita marcada en Cartagena, Viviana nuestra amiga de Barcelona que nació en Bogotá estaba visitando a sus padres y quiso que la acompañasemos a visitar a  parte de la familia que sigue en la ciudad natal de sus padres: Magangué.

Llegamos a Cartagena de Indias por la mañana y paseamos por su centro histórico, quizás el más bonito de todos los que hemos visitado en nuestro giro. Nos alojamos en el barrio de Getsemaní, muy cerca del centro donde los alojamientos son más caros y lujosos. La noche en Cartagena es muy animada y lamentablemente vimos una de las circunstancias que también hacen popular a la ciudad: la prostitución infantil.

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Cartagena es muy bella y sus mujeres también, Su dice que también hay negritos (así los llaman aquí cariñosamente) muy guapos. En sus calles se respira caribe, salsa, color y se pueden degustar, como en toda esta costa, la fruta fresca, buen pescado acompañado de arroz con coco, ricos dulces y también comida internacional en buenos restaurantes. Subimos hasta el Castillo de San Felipe de Barajas para divisar la ciudad y adentrarnos en los oscuros túneles de sus muros.

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Pospusimos la visita en profundidad de la ciudad para trasladarnos a Magangué, un «pueblo» de más de doscientos mil habitantes, en el interior (segunda ciudad más importante de la región de Bolivar tras Cartagena). Vivi nos llevó a la casa donde se crió su padre y donde viven sus dos simpatiquísimas tías. Allí nos volvimos a sentir mimados y convivimos un par de días con la cotidianidad de los costeños. El sentido del humor impera por encima de todo, nos reímos a carcajadas de como bromeaban unos con otros, sobretodo con el chikungunya un virus que ha afectado a gran parte de los locales y que causa brotes durante unos meses en los que el dolor de las articulaciones es espantoso. Se mofaban de sus amigos, vecinos y familiares que presentaban los síntomas sabiendo que quizás al día siguiente les tocaría pasar a ellos por el mismo calvario.

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Magangué destaca por el paso de varios ríos, entre ellos el Magdalena (el más importante de Colombia), por el calurosísimo clima (temperaturas en torno a los cuarenta grados) y por estar lastrada por una de las peores administraciones municipales del país que no le han permitido tener un desarrollo parejo al de otros municipios de la zona. Por el Río Magdalena nos trasladamos hasta Mompox, una bonita localidad con impresionantes casas coloniales frente al río, un curioso cementerio y un calor sofocante. Su y Vivi entraron en una de estas magníficas casas donde los hospitalarios dueños les mostraron la casa y les contaron que allí se habían filmado varias películas entre ellas: Crónica de una Muerte Anunciada. Las calles de su centro histórico son patrimonio de la humanidad.

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Nunca olvidaremos este lugar ni los ratos que pasamos con tía Gladis y tía Nury, además de compartir con Vivian, la mejor amiga de nuestra Vivi y que nos hizo de guía por Magangué.

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Antes de dejar la zona de Cartagena, tomamos una lancha para visitar las Islas del Rosario, un archipiélago cercano a la costa donde se encuentran unas veintiocho islas rodeadas de arrecifes de coral. Estuvimos haciendo snorkle cerca de Los Pajarales y pasamos por la que nos comentaron que se bautizó como Isla Piqué tras ser comprada por la barranquillera Shakira. Finalmente llegamos a la espectacular Barú, desembarcamos en Playa Blanca con aguas color turquesa y arena que hace honor a su nombre. En esta época el mar está muy movido y el trayecto fue el más parecido a una montaña rusa que recordamos, fuera de estos meses Barú tiene una maravillosa piscina frente a su costa.

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Pasamos noche en Barú, saboreamos una deliciosa tortilla de patatas en La Española donde también nos alojamos en una de sus cabañas y finalmente regresamos a Cartagena por tierra pues están unidas por un puente y no nos fue necesario repetir el trayecto en lancha.

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De Palomino a Aracataca

Después de Tayrona, descansamos en Santa Marta recuperándome de una arepa de huevo que se indigestó demasiado mientras Su seguía degustando los ceviches de camarón. Nuevamente en el mercado, tomamos un bus hacia Palomino (2h, 8.000 COP), a mitad de camino el radiador vertía todo el agua, en menos de un minuto nos cambiaron de bus y proseguimos la marcha, estos buses a diferencia de los que hacen recorrido nacional, van haciendo paradas a demanda del pasajero, son muy viejos e incómodos pero acostumbrados a los viajes largos, un par de horas se hacen sin darte cuenta.

Palomino en la Guajira colombiana es un tranquilo pueblo costero con una playa sin cemento a la vista y donde la mejor actividad para hacer en sus aguas es el surf pues el mar es bravo. Nos alojamos en unas habitaciones frente a una piscina, donde esta vez fue Su la que tuvo problemas intestinales, que mejor lugar para reposar y mejorarse.

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Es un lugar seguro, tranquilo y el mayor riesgo que puedes correr es que te caiga un coco en la cabeza. A punto estuvo de sucedernos pero nos movimos del lugar atraídos por un mono que nos salvo del impacto. A parte de relajarnos hicimos poco más en el lugar, los colombianos son encantadores y en la costa también nos sentimos muy cuidados. Eso sí, no nos perdimos el tubbing por el Río Palomino, seguimos su corriente sobre un flotador hasta llegar a su desembocadura en el Caribe. Un recorrido de unas tres horas por las tranquilas aguas, el río en esta época lleva poquita agua. Pasamos junto a aves que no extrañaban nuestra presencia, el fluir del río, no llevamos cámara pero algunas imágenes las grabamos en nuestra memoria.

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En esta zona viven también muchos koguis, algunos demasiado encariñados con el trago. Arnulfo, un local, nos explicó que unas chicas argentinas se habían topado con dos koguis borrachos mientras iban por la montaña. Le contaron que los koguis se acercaron a ellas y las empujaban, estas no entendían nada. En la cultura kogui los hombres empujan a las mujeres y si estas caen al suelo, allí mismo hacen el acto sexual. Por suerte, las argentinas no cayeron!

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De Palomino volvimos a Santa Marta para hacer nuestra última visita en la zona. En un bus desde la terminal de Sta. Marta fuimos a Aracataca, el pueblo donde nació Gabriel García Márquez. Mereció mucho la pena arriesgarnos a ir a ese lugar donde nos habían dicho algunos locales que era ver la casa Gabo y poco más.

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En primer lugar visitamos la casa donde vivió el escritor hasta los nueve años, una casa museo hecha con buen gusto y que te explica la relación de los personajes de las novelas de Gabo y las diferentes personas que le acompañaron en su primera infancia. Nos encantó!

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Con la expectativa de que poco más se podía hacer en Aracataca nos fuimos para el centro del pueblo, allí comimos y conversamos con los locales. Comentaban la zona donde estábamos no era Macondo (el pueblo de Cien Años de Soledad), que Macondo en realidad estaba unos kilómetros más allá. Era domingo por la tarde y nos recomendaron ir a la acequia donde se bañaban todos los locales los domingos y ese en especial, celebraban el pre-carnaval. Por el paseo, junto al agua, varias frases del escritor que acertábamos a ver esquivando a los bañistas y el gentío de las orillas.

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Nos acercamos a ver un grupo que tocaba percusión colombiana donde destacaba una tambora, iban levantando el ánimo a la gente ya desde primera hora de la tarde. Nos invitaron a sentarnos con ellos, tomamos aguardiente antioqueño e incluso Su, se lanzó a bailar. Es tradición en el carnaval llenarse la cara unos a otros de varias cosas, en esta zona comprobamos que se estila la harina de maíz. Me costó que aceptaran mi negativa a otro trago más de ese aguardiente anisado que íbamos tomando de una botella de dos litros, finalmente pudimos tomar la última buseta para Santa Marta.

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Viajar de Gabriel García Márquez

Viajar es marcharse de casa,
es dejar los amigos
es intentar volar;
volar conociendo otras ramas
recorriendo caminos
es intentar cambiar.

Viajar es vestirse de loco
es decir «no me importa»
es querer regresar.
Regresar valorando lo poco
saboreando una copa,
es desear empezar.

Viajar en sentirse poeta,
escribir una carta,
es querer abrazar.
Abrazar al llegar a una puerta
añorando la calma
es dejarse besar.

Viajar es volverse mundano
es conocer otra gente
es volver a empezar.
Empezar extendiendo la mano,
aprendiendo del fuerte,
es sentir soledad.

Viajar es marcharse de casa,
es vestirse de loco
diciendo todo y nada en una postal.
Es dormir en otra cama,
sentir que el tiempo es corto,
viajar es regresar.

Parque Tayrona, primera etapa en el Caribe colombiano

Al salir caminando del aeropuerto de Santa Marta, mi primera reacción fue quitarme la manga larga y desmontar el pantalón para hacerlo corto. Con tantos cambios de destino y pasando por climas tan distintos, llegábamos a la tan anhelada costa caribeña con treinta grados de calor húmedo.

Un bus nos acercó al centro de esta, la primera ciudad que se fundó en Colombia. Santa Marta no ha conservado tanto ese aire colonial y pese a tener plazas e iglesias con encanto iba a ser una base logística y de reposo para explorar el Parque Nacional Natural Tayrona, otro de eses lugares que no queríamos dejar de visitar en nuestro giro.

Pasamos por la playa, charlamos con los locales que nos aconsejaron playas para visitar, yo no pude resistirme y me di el primer baño. Las aguas del centro de Santa Marta no son las mejores de la zona pero la temperatura del agua es tibia para los que siempre nos parece que el agua esta fría. Aquí en ningún hostal tienen agua caliente, dicen que nadie la utiliza allí, y sinceramente sienta bien el agua a temperatura ambiente en un lugar así.

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Desde Santa Marta un bus local (6.000 pesos colombianos, unos 2,20 €) lleva hasta la entrada del Parque Tayrona, allí se pagan 38.000 COP y se toma una buseta hasta el parqueadero donde se inicia la caminata por el parque. El camino es sencillo, transcurre en su mayoría por la sombra y pasa por diferentes playas y alojamientos en hamacas y tiendas de campaña aunque en  Arrecifes sí hay algunas habitaciones (la playa de Arrecifes no es apta para el baño). Nosotros nos quedamos en Cabo San Juan del Guía, en una muy frecuentada zona de acampada frente a una bella playa. De camino paramos en la playa de Arenillas a tomarnos un rico ceviche de camarón y pulpo.

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El lugar es espectacular, lástima que recibe muchas visitas pero eso no le quita el encanto y existen opciones de encontrar playas menos pobladas. Así que nuestra estancia en Tayrona ha ido de una playa a otra, probando el baño y el snorckle o careteo como llaman aquí. La playa en frente del Cabo es bonita y tiene corales y peces de colores en su fondo , siguiendo por el camino hacia Pueblito se pasa por tres playas menos concurridas, la última es nudista. Sin duda el mejor lugar de playa de los que hemos visitado en Sudamérica, además las tiendas (50.000 COP) tienen colchones y se duerme bien, también hay opción de dormir en un hamaca (25.000 COP) y hay alguna en un mirador que invita a probarlo.

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Su todavía no estaba recuperada de su espalda, la sanación del chamán de Cuyabeno se había diluido y en nuestro tercer día en Tayrona nos dividiriamos: Su tumbada de playa en playa y yo iría hasta las Ruinas de Pueblito. La excursión es una subida de entre hora y hora y media salvando, casi desde el comienzo, grandes rocas y en ocasiones hay que ayudarse de una cuerda, es asequible pero se puede hacer algo duro si el día es muy caliente.

Casi a mitad de la subida cuando se iniciaba el tramo más duro de rocas, levanté la vista que iba pegada al suelo para salvar los obstáculos, y vi lo que durante un segundo me pareció una visión: una niña de unos seis años, vestida simplemente con una túnica blanca, con la tez muy morena y un precioso cabello largo y negro. En realidad era Julián (un «macho» como decía él) que corría con Sorrostro su perrito entre las rocas y tubo un desliz, y allí estaba sentado en una roca en medio del camino, llorando y diciendo : me caí. Fue una suerte que este pequeño kogui y yo pudiésemos hablar en castellano, Julián no sabía que edad tenía no había sido inscrito en ningún registro, era kogui y vivía cerca de Pueblito con sus papas, ahora su papá estaba de viaje pero le podía llevar con su mamá.

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Julián tenía posiblemente una fractura de tibia o peroné que se iba inflamando cada vez más, era mucho más corto bajarlo a Cabo San Juan de Guía y que de allí lo evacuasen en lancha a un hospital pero los koguis no van a los hospitales, y aquel niño solo quería volver con su madre. Así que tras hacer las presentaciones y notar que el niño confiaba en mi, me lo eché a la espalda y puse mi mochila en mi pecho y así fuimos salvando las rocas entre los quejidos de Julián que pese a ser un valiente, de vez en cuando el dolor le podía. Un rato después aparecieron Lara y Sara que me ayudaron con mi mochila y fueron a buscar a Simón otro kogui que estaba en Pueblito y que podía avisar a su madre. En el último tramo apareció una pareja de colombianos, y junto al chico, nos relevamos hasta llegar a Pueblito con Julián. Cuando llegamos vimos con sorpresa que Simón estaba allí tan tranquilo y ni se acercó a interesarse por el niño, tras insistirle, fue a buscar a la madre que por suerte vivía a metros de las ruinas. Mientras venía la madre mi colega colombiano corto una rama de palmera en forma de espinillera y con una venda que yo llevaba en mi botiquín, le intentamos inmovilizar la pierna.

La madre apareció en escena, tenía dos pequeños de la mano, otro a la espalda y esperaba pronto otro bebé, Julián era el segundo hermano de seis, bien pronto. La madre lo miraba de lejos, estática (quizás el número de extranjeros alrededor de su hijo la asustaba), me acerqué a ella para ver que iba a hacer. Lo primero que me dijo es que los koguis tienen sus propios métodos de sanar y que no irían al hospital, además su esposo estaba en Bogotá. Finalmente se acercó a unos metros del niño y empezó a abroncarlo en su lengua, después cogió al resto de hermanos y se dió media vuelta regresando a su cabaña. Bajo la mirada de los  occidentales que estábamos allá, la situación era de lo más sorprendente pues Julián era un niño de unos seis años con fuertes dolores.

La pierna de Julián necesitaba tratamiento pero seguro que lo iba a recibir y los huesos de los niños tienen una elasticidad sorprendente, con suerte no estaría fracturado. Eso me repetía en el camino hacia la cabaña con Julián en mis brazos. Buena suerte amigo!

Bogotá y los desayunos de Casa Margarita

No busquen en google, Casa Margarita no aparece en las guías de viaje ni en otros blogs, es un lugar exclusivo. Así es como bautizamos a la casa de Jairo y Margarita en Bogotá, los papás de nuestra amiga Viviana a quienes habíamos conocido hace unos meses en Barcelona y que nos acogieron de maravilla en Bogotá.

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Llegamos a Bogotá después de tomar un bus de Salento a Armenia y otro de Armenia a Bogotá (en total 11 horas). Al poco de comenzar el segundo traslado se añadió a nuestro vocabulario la palabra trancón, estuvimos más de una hora detenidos en la carretera por un camión volcado en el puerto (casi a 3.000 m). Después un par de horas de nuevo trancón para recorrer la ciudad y llegamos al Barrio de Santa Isabel donde hacía rato nos esperaban nuestros anfitriones.

Jairo nos llevó por el centro histórico de Bogotá, el Barrio de la Candeleria donde tomamos una chicha (una bebida de maíz fermentado con piña que no supera los 3 grados de alcohol) en un bar del Chorro de Quevedo. Es una ciudad enorme, con casi ocho millones de habitantes y una extensión que no se puede divisar desde un vistazo, ni siquiera desde el Mirador de Montserrate. Allí subimos con un teleférico para divisar la capital de Colombia y ver a la vírgen negra de Montserrat, nuestra moreneta. No es posible ver toda la ciudad a lo ancho por su longitud y a lo largo por la neblina que la cubre, la contaminación es uno de los problemas de Bogotá, los rolos (bogoteños) que quejan en masa de los gobiernos municipales que han tenido y de la inoperancia para construir un metro en una ciudad con tanto crecimiento y movimiento económico.

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Félix y Cata son una radiante pareja que conocimos mientras hacían su vuelta al mundo (una luna de miel de más dos meses donde atravesaron todo el globo), no dejamos de visitarlos en su ciudad y fue bonito verlos tan felices a punto de esperar su bebé.

Nuestros amigos nos invitaron a uno de los clásicos de Bogotá: Andrés Carnes de Res, han abierto un local en la zona norte que nos sorprendió y encantó. Nos sorprendió que al entrar al parqueadero nos registrasen el maletero del coche pero pese a ser una zona muy segura quieren mostrar que aún lo es más. A medida que uno va entrando en el local va recibiendo estímulos constantemente quizás exageradamente como entrando en un alucinógeno cuento infantil, mezclando lo kitch, con lo moderno y con música en directo!, una atención buenísima y una comida muy rica. Hacen el mejor chicharrón (algo parecido a un torrezno) que probé jamás. La verdad es que fue una noche muy especial, gracias Félix y Cata, esperamos verlos pronto y que nos presenten a Amelia.

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De esta forma vimos los estratos 5-6, los acomodados de la ciudad, en Bogotá se rigen por una separación de la ciudad por zonas según su nivel económico, siendo 0 el nivel inferior. Esta forma de colocar una etiqueta a los barrios no me convence pero esta discusión no viene ahora. Es una gran ciudad, moderna y con todas las ofertas.

Por la mañana tomamos el transmilenio (más de doscientas personas pueden cruzar la ciudad en estos autobuses articulados que circulan por un carril propio) para acercarnos a Zipaquira donde se encuentra La Catedral de Sal, considerada la primera maravilla de Colombia. A mitad de camino nos recogieron Mónica y la pequeña Manuela, hermana y sobrina de nuestra Vivi que nos acercaron hasta Zipaquira. El lugar es increíble, escabaron en esta cueva de sal (desde todavía extraen una gran parte de la sal consumida en el país) una serie de cavidades que van describiendo el via crucis de Jesucristo y que culminan en una imponente iglesia con una cruz de unos quince metros de altura que es la mayor del mundo bajo tierra (180 metros bajo tierra). También es posible tomar un café, comprar recuerdos e incluso adquirir las famosas esmeraldas colombianas. En la cueva hay una sala de cine donde vimos una proyección en 3D,también un espectáculo de luces e incluso es posible ponerse el traje de minero y arrancar pedazos de sal de las paredes.

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Tras el último de los desayunos de Margarita, cada día ricos y diferentes, fuimos al aeropuerto para tomar un vuelo a Santa Marta, próximo destino: costa caribeña colombiana.

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